La Dura Piel de Teresa Cárdenas
Por: Leandro Estupiñán Zaldiva
26 de Marzo, 2008
Teresa Cárdenas tiene publicados libros en coreano e inglés, pero escribe en español. Un español claro y dulce como el agua del arroyo donde sus ancestros africanos bebieron para mitigar el sol del mediodía. También tiene un cuerpo voluptuoso y ojos astutos como los de una amante nubia.
Pero, tiene algo mucho más efectivo que sus traducciones, que su cuerpo y el filo de su mirada: posee el poder de la transmutación. Teresa se trasforma, cuando quiere, en lo que quiere: en cristal, en acero, en corteza de baobab, en silencio.
Teresa es negra y escribe sobre negros. “Seguiré escribiendo de negros hasta que me destiña”, dice haberle afirmado a quien con fina ironía quiso burlarse de su escritura y de ella misma.
A sus 37 años sabe bastante de la dureza de la vida porque, además, es Trabajadora Social, “de las de antes”, advierte.
“En realidad solo ejercí la carrera por tres años, pero fue durante su estudio cuando más me acerqué a la gente. Soy una trabajadora social a través de mis libros. Tatanene cimarrón fue fruto de esta experiencia. Sufrí mucho en el hogar de ancianos de Cárdenas. Toda mi preparación flaqueó. Entonces, salió ese libro”.
Teresa Cárdenas ha obtenido varios premios entre los que sobresale el Casa de las Américas de Literatura Infantil y Juvenil 2005 y Premio de la Crítica 2007 por Perro viejo. También Merecedora del David y el Calendario por Cartas al cielo, 1997, Premio de la Crítica además.
Tatanene Cimarrón resultó Mención en el concurso UNEAC, 1998 y primera mención en Casa de las Américas, 2002. Cuentos de Macucupé, ganó el Premio La Edad de Oro.
Visitó nuestra ciudad durante la pasada Feria del Libro. Entonces tuvo la oportunidad de ir de un lado a otro junto a los niños (y los adultos). Contó anécdotas de su vida de escritora que comienza en una infancia donde deseó encontrar la literatura que hoy escribe.
“No tenía modelo de comparación. Era una niña que vivía en un solar, hija de madre soltera y padre borracho… Mi paradigma literario era Lil, la de los ojos color del tiempo, que no tenía nada que ver conmigo. No había manera de acceder a libros que se parecieran a mí. No encontraba modelos”.
¿Y si esa niña hubiese encontrado la literatura que haces hoy?
“Hubiera sido mucho más feliz. Me hubiera sentido más segura, más acompañada. La vida, las cosas reales hubieran sido más nítidas para mí”.
¿No hubiera sido chocante?
“Me parece que no. Eran cosas que yo conocía. Chocante podía ser cuando leía en una historia: “sus ojos azules se perdieron, sus ojos color miel, sus labios rojos, la niña se sonrojaba”. Aquello era como una adivinaza para mí. ¿Qué significaba sonrojo? Al mirarme al espejo, nada tenía que ver conmigo. Me hablaban en otro idioma.
Se está haciendo un trabajo fuerte en ese sentido. Hay muchos escritores rompiendo barreras, eliminando temas tabú. Aunque mis cuentos no son folclóricos. No hago cuentos que ya están hechos. Rehago historias sobre la mitología afrocubana. Con ello, respondo constantemente a preguntas de mi infancia”.
¿Has encontrado intolerancia racial?
Recuerdo una editora que me dijo: “no resisto lo afrocubano”. Desde tal posición esos puntos de vista retrasan el desarrollo de la literatura. Pero, gracias a los santos es algo que no impide tu carrera, no cierra el camino para llevar alegría y conocimiento a los niños.
¿Qué temperamento hace falta para escribir literatura infantil?
Me preguntaban alguna vez que cuál era la fórmula. Escribo para todo el mundo que quiera leer y cualquier cosa es fuente de inspiración. Mis propios hijos lo son. En mi caso no es un problema ser mujer o madre. Todos mis libros están dedicados a mis hijos.
Nota: Teresa Cárdenas practicó el voleibol en sus años de estudiante. Asombro. En la conferencia de prensa donde la conocimos dijo alguien que casi pudo ser otra de las Morenas del Caribe. Risas. Pero, Lidia Ester Ochoa, sagaz en el chiste y en la noticia radial, remató duramente advirtiendo que, en cambio es una Morena de las letras. Y creí escuchar a René Navarro, narrando: ¡Tanto para…!
Fuente: Ahora Digital
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